Vuelve al inicio
Entrevistas & Artículos Imágenes Multimedia Filmografía Miscelanea ?
Barra de colores

Vuelve la reina del 96

en El Pais Semanal 32k

Desapareció hace tres años. Fue más un fenomeno social, un referente estético, que un 'boom' interpretativo. La musa de los noventa regresa al cine en el 2000. Es distinta.


Silke Hornillos no era en 1996 la mujer más bella de España. Tampoco la mejor actriz. Pero había algo en ella. Algo que se podía vender: Un estilo nuevo. 20 años. 1,74 y 53 kilos. Sangre alemana. Rubia y atlética. Fresca, mística, independiente. Muy natural. Educada en monjas. Grunge de clase alta. Niña bien-mal. Y, por si fuera poco, el labio inferior perforado por un piercing tabú en España; el pelo rojo y el cuerpo tatuado; hablaba de drogas y homosexualidad con desparpajo; mochila en la India, camarera en Londres, incluso contaba la leyenda que en su tienda del barrio de Malasaña anillaba penes con aros similares a los que paseaba en su belfo y su ombligo. Y no dudaba en posar desnuda. Tenía morbo. Carne. Un buen producto. Detrás había una persona.

Silke (previa eliminación del Hornillos) nació en el invierno del 96 y desapareció en el verano de ese mismo año. En ese tiempo encadenó tres películas (Tierra, Hola, estás sola? Y Tengo una casa) con papeles sin pena ni gloria. Tenía magnetismo, descaro. Pero sus interpretaciones no eran nada del otro mundo. Escrúpulos puristas. En esos seis meses se iba convirtiendo en el tótem al que las adolescentes soñaban parecerse; los medios, entrevistar (y fotografiar), y los realizadores, meter en sus repartos. Incluso fue un aceptable cebo publicitario televisivo. Un mundo que le venia grande. Llegó el eclipse.

"Nunca me creí lo que me estaba pasando. Fui actriz por casualidad. Ocurrió y ocurrió. Pense que haría una película y nada cambiaría. Y, de repente, antes de que se estrenara ninguno de mis trabajos, yo ya había salido en todos los medios. Antes de que saliera ninguna de mis películas y de que nadie siquiera las hubiera visto, ya me paraban por la calle. Nunca pensé que me ocurriera esta historia. Ni de broma. Todo vino muy rápido. Fue muy radical. Y yo era muy frágil; muy cría".

en El Pais Semanal 20kUna depresión. Y otra. Lágrimas sin cuento. Silke, al borde del abismo de los juguetes rotos. Y la espantá. "El primer bajonazo emocional de mi vida me cayó con la fama. En los últimos años había sido tan, tan, tan feliz. Tan buen rollo, siempre sonriendo, siempre positiva, podía con todo. ¡Qué paradoja! Cuando conseguí triunfar, todo se desmoronó. No entendía nada. Me agobié. Me caí. Cuando has llevado una vida tan independiente como la mía hasta entonces, es horrible salir a la calle y que te conozca todo dios. Que sepan tus movimientos, novios, si fumas porros o te gustan los tripis. Estás desnuda emocionalmente. Fue muy duro. Y no sólo el proceso de cambio que experimentas tú por una historia tan fuerte, sino el proceso de cambio que experimentan los que están a tu alrededor. Incluso gente que conoces toda la vida no se comporta igual. Ya no era yo: era algo que se había creado. Estaba atascada, y toda mi gente estaba atascada en el concepto en que me había convertido. Era un monstruo. Pensé dejar esto para siempre. Me fui".

De nuevo, la carretera. La mochila y la alergia a los hoteles. India, Nepal, Tailandía, Japón. América Latina. Una película en Argentina. Una hermana salvavidas. Amores nebulosos. "Marcharme fue reencontrarme con la gente. Y conmigo misma". Tres años y medio de invisibilidad la han resucitado. Con menos ingenuidad. Y prepotencia. Dicen que la fama la cambió; que la emborrachó. Lo niega: "No me cambió en el sentido de convertirme en una diva. No me volví más tonta. Me repetía todos los días: a mí no me va a afectar, a mí no me va a afectar... y me fui al otro extremo: me veía como una mierda, en vez de pensar que era la bomba. Tenía verguenza de que un minero tuviera que trabajar 12 horas en una cueva, y yo, sin ningún mérito, hiciera un trabajo cómodo y que me pagaban de puta madre. Y no entendía por que una niña llegaba temblando como una posesa a pedirme un autógrafo. Me fui al polo opuesto".

-¿Hoy es consciente de cuál fue su fórmula para triunfar?
-No sé. Quizá naturalidad a la hora de interpretar. Yo creo que la cámara me quiere, que llego a la gente. Más que lo buena actriz que haya sido, tal vez mi carisma o gustarle a la cámara.

-Y el físico.
-El físico es, desgraciadamente, un arma. Cuando era pequeña, bueno, a los 18 años, ya me cogían de camarera porque tenía un físico agraciado. Mi físico siempre ha sido una puta jodienda que, gracias a Dios, me ha venido muy bien. Pero hay que controlarlo. He conocido a actrices mayores que se han agarrado tanto al físico que al final... es patético. Por eso hay que tener cuidado. Hay que intentar que la belleza sea también algo interior. Ya no me da miedo que se me caigan las tetas. Porque espero que algún día sea tan buena que no me cojan por el físico. Pero es verdad que el motivo de que haya hecho cine es en gran parte mi cuerpo.

Silke regresa con dos películas: un melodrama suburbial, ¿Y tú qué harías por amor? de Carlos Saura Medrano, y una comedia, Kilómetro Cero, de Yolanda García Serrano y José Luis lborra. Las razones íntimas de la vuelta sólo ella las sabe. Y no alcanza a explicarlas. Dice que no es por dinero. Ni por ego. Pero Silke ya no es Silke 96. Su expresión es más contenida. Menos espontánea. Se defiende: "No creas que te miento; no interpreto, soy transparente". Palabras. Silke se piensa las respuestas dos veces; esconde su intimidad; no da pistas; recela; es amable, educada, pero hay que emplear el sacacorchos.

en El Pais Semanal 26kAún es lo que el periodista Tom Wolfe definiría como un "chico con tetas": muchas curvas hechas con rectas reveladas al detalle por ajustadísimo tejido elástico. Baile, parapente, jogging. Pecho abundante. Abdominales de tabla de lavar; piernas largas, huesos finos. Del mapa de su cuerpo ha desaparecido el mítico piercing (la seña de identidad de su reinado), del que hoy sólo queda una mínima cicatriz bajo el labio. Y el desparpajo adolescente. Se confiesa más escéptica. Menos suicida en sus decisiones. Menos dispuesta a dejarse deslumbrar. Más dispuesta a la calidez del amor que a las quemaduras de la pasión. O, lo que es lo mismo, se ha hecho mayor. Y eso se refleja en su rostro.

Va tapada hasta la nariz y con gafas de sol en una mañana neblinosa. Aún no se ha teñido de morena, como Cameron Díaz o Gwyneth Paltrow, para pasar desapercíbida. Cuando por fin se desemboza, surgen unos ojos oscuros, pequeñitos y con la mirada incierta de los miopes (no lo es); cejas bien depiladas, dientes bien alineados (de niña llevó aparato) y una carnal sombra de bigote sobre una boca repleta de mohínes. Las manos, cuidadas/descuidadas y en continuo movimiento. Muy delgada. En las raíces del pelo canela surge su rubio ceniza original (un color del que ya ni se acuerda). Habla con voz baja y sensual. Con buena dicción. Bebe té.

"El proyecto con Saura llega en un momento en que me siento preparada y con ganas de volver. Y me lanzo. No, no tengo miedo de que la historia se repita. La vida que llevo en Ibiza está fuera de todo eso. Vivo lejos de Madrid, todo es más sencillo. No tengo teléfono. Soy ama de casa. Diseño. Mis cositas. Mis amigos, mis sobrinos. Hago yoga. Medito mientras friego los platos. Veo atardecer desde la montaña. El cambio que viví fue demasiado brusco; demasiado de la noche a la mañana. Ahora he aterrizado y ha aterrizado la gente que me importa. Soy menos vulnerable".

No es una mujer fácil. Al final de la conversación reconoce que la interpretación ha sido un bálsamo contra sus complejos amasados durante dos décadas; la forma de romper sus heridas más íntimas. "Necesita aceptación, hay una parte de mí que lo pide a gritos; que me acepte la gente. Es mi punto de inseguridad". Hija de divorciados, muy unida a su padre; muy, muy necesitada del amor de una madre ausente, durante años, Silke Hornillos fue una niña larguirucha, dentona, comediante e insegura, que odiaba su nombre (las niñas en clase la llamaban Chicle), sufría ataques de ansiedad y durante casi un año (entre los ocho y los nueve) fue incapaz de engullir alimentos sólidos. La adolescencia provocó el éxito físico. Y la adicción a la independencia y el nomadismo. A los 17 años dejó su acomodada casa paterna. El universo cercano al paseo de la Castellana. Fueron tres años trashumantes. De aprendizaje. Durante un tiempo, aún conservaría la represión sexual adquirida de las monjas: "Era muy típico en el colegio llamarte puta porque te habían visto dándote un beso con un chico. Yo he tenido mucho complejo de culpa sexual. Y soy de los que piensan que la represión crea la perversión ......".

-Nunca tuvo problemas en desnudarse.
-Es que, para mí, las tetas son tetas y el culo es culo. Y punto. No le doy más importancia. Y no comprendo el morbo que despierta en la gente.

-¿No comprende que su cuerpo excite a la gente? ¿A usted no le pasa al ver un cuerpo atrayente?
-A mí lo que me excita es el coco, y no una polla ¡asííííí!

Del pasado, lo que quieras. Al hablar del presente, pisa el freno. Su discurso es una y otra vez la búsqueda de sí misma; la realización como persona; vivir, exprimir, apurar hasta el final los segundos de cada día. Todo con un tono de peregrinación teledirigida. Dice ser feliz con poco. No necesitar dinero. Drúmbalo, la marca de moda que ha creado con su hermana (y a la que da nombre Drunvalo Melchizedek, un personaje esotérico muy de su gusto), va viento en popa. "Y ya nada será como antes; soy diferente. ¿Seguir en el cine? Si es un proyecto interesante, si me apetece, me encuentro bien y tengo ganas de trabajar y... otras muchas variables más, lo haré. Si no, no te lo puedo asegurar".

Silke fue reina por seis meses. Un puente entre los opulentos ochenta y los críticos noventa. Un perfil distinto de mujer. Un estilo nuevo de vida. Cautivó. Desapareció. Vuelve. ¿Será capaz la musa del 96 sin piercing de conquistar de nuevo al público? ¿Suscitará aún tórridas emociones? ¿Querrán las adolescentes del 2000 parecerse a ella? La respuesta, en pocas semanas.

El País Semanal (23-Enero-2000)
Texto
Jesús Rodríguez
Fotos
Jordi Socías
Fuente

El País Semanal EP[S]
Número 1.217
Domingo 23 de enero de 2000
Pag. 66-69


Pagina Anterior Entrevista Viernes de Evas!ón Menu Principal Entrevista Diario Clarin Pagina Siguiente
Volver a menú principal.