Silke ya y viene sola, y a contracorriente. Cuando
todos los chicuelos de su generación veinteañera se creen que si no
paran se los van a comer, ella va y echa el freno. Cuando podría haber
aprovechado un temporal que pedía a gritos un mito erótico espafiol
de los noventa y forrarse haciendo anuncios o encarar una carrera
internacional jugosa, ella se traslada a vivir a las islas Baleares
y se compromete a muerte con su hermana mayor para crear una marca
ropa. Paró. Pensó. Se ha conocido un poquito mejor y ha vuelto a lanzarse
a las pantallas ya más madura, más sensata, más reposada. "Nunca
imaginé qué era el mundo del cine, lo viví de pronto",
dice. "Hubo un momento en el que no supe
llevar lo que me estaba pasando y me quise dar un tiempo, no supe
entender lo que es la fama y lo que conlleva y no me identifiqué con
el personaje que se había hecho de mí", cuenta con el corazón
abierto.
Parece presa de un karma positivo que ha debido agarrar durante un
viaje de tres meses por la India. Allí ha pasado una temporada en
Bombay, en Benarés, la ciudad de la muerte, "y
de la música y de la vida, también", agrega ella. "No
hay una país como la India", dice, "las
sensaciones, los colores, tiene carácter, es salvaje".
No cuesta imaginársela caminando descalza por rutas empolvadas, rodeada
de monos y atenta a los gurus, con una puka, esos pegotes que se ponen
las mujeres en la frente, de color verde. Le va. Bueno, le va todo.
Tiene los brazos largos y la media sonrisa y media mirada que todavía
esconden desconfianza. Lleva un collar. Ostentoso, negro y verde,
del que agradece los piropos como si se los echaran a ella misma.
Entra en los pantalones negros brillantes con rodilleras, diseñados
por su hermana, como un alfiler. Por algo pide refrescos light, no
sólo porque, según ella, le guste más cómo saben. Pero no sólo ha
viajado a la india. "He estado en París;
en Londres, también", dice, por puro placer.
Y en Argentina, trabajando. "Allí he rodado
Diario para un cuento y Felicidades", dice. "Adoro
Buenos Aires, los argentinos son unos actores excelentes pero allí
los menosprecian, no me lo explico". También ha hecho Almejas
y mejillones, "una comedia gastronómica",
define, y Kilómetro Cero, de Yolanda
García Serrano y Juan Luis Iborra.
Es lo que está por venir. Porque lo que ya ha llegado a las carteleras
es Tú qué harías por amor estrenada el
pasado viernes, de Carlos Saura Medrano,
hijo del ilustre Carlos Saura y heredero
del cine social comprometido. "En la
película yo hago de Sira, una mujer buena y no como aparece en la
película, donde está siendo, de una determinada manera, diferente
a su naturaleza; se mueve por la traición, por el dolor de haber perdido
a un hermano; no es que no sonria, que sea vengativa y orgullosa,
es que está viviendo una etapa así en su vida", cuenta.
Silke disculpa los defectos, cura heridas, parece una buena persona.
Quiere comprender lo que rodea a los personajes. "Para
mi, en esta película, es más importante el drama de las gentes que
salen retratadas que el entorno social". Todo acompaña.
De hecho, sus personajes añoran escapar de la chatarra de coches quemados,
hormigón irracional y polvo negro en el que mandan las bandas de macarras
y los trileros de la droga. A eso, Silke también le encuentra belleza.
Es el karma importado, sin duda, y también, un poco, su exilio de
islas y sol mediterráneo que hace que le encuentre un sentido hasta
exótico a esos lugares. "He encontrado belleza
en esos sitios. La hay. Nunca me había planteado que llegaría a ver
bonito un vertedero, pero tiene un encanto visual y estético, y también
es algo que me afecta y me ocupa".
No es que la preocupe, es que la ocupa. ¿Cómo? "Pues,
para empezar, siendo consciente y con tres recipientes de basura diferentes
para cada cosa en mi casa, uno para el cristal, otro para la comida
y otro para el papel; así lo enseño y convenzo a la gente de mi alrededor
para que haga lo mismo", suelta. Es la Silke guerrera,
aunque empuña sus armas sin levantar la voz, con ese yoga mental crónico
que destila y que le da tranquilidad y capacidad de encaje.
Dice que trabaja para viajar también. Es de las cosas que más le gustan,
no el cine y la moda, como podría parecer. "Del
cine me gusta la interpretación y de la moda, los diseños de mi hermana",
aclara. Así que acaba los rodajes y se lía el macuto a la espalda,
algo que tiene que ver con el personaje que la lanzó, el de Hola,
estás sola? su primer papel conocido por el público, a las
órdenes de una debutante, Icíar Bollaín.
"No me identifico con la manera de viajar
que tenían ellas; yo me dejo llevar, no me organizo, viajo mucho sola,
no voy a hoteles, alquilo habitaciones o voy a casas de gente de los
lugares. Me gusta conocer a las personas no los monumentos, cuantas
más estrellas tienen los hoteles más te alejan de los sitios",
afirma.
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